Jorge Luis Borges dijo en la conferencia El escritor argentino y la tradición:

He encontrado días pasados una curiosa confirmación de que lo verdaderamente nativo suele y puede prescindir del color local; encontré esta confirmación en la Historia de la declinación y caída del Imperio Romano de Gibbon. Gibbon observa que en el libro árabe por excelencia, en el Alcorán, no hay camellos; yo creo que si hubiera alguna duda sobre la autenticidad del Alcorán, bastaría esta ausencia de camellos para probar que es árabe. Fue escrito por Mahoma, y Mahoma, como árabe, no tenía por qué saber que los camellos eran especialmente árabes; eran para él parte de la realidad, no tenía por qué distinguirlos; en cambio, un falsario, un turista, un nacionalista árabe, lo primero que hubiera hecho es prodigar camellos, caravanas de camellos en cada página; pero Mahoma, como árabe, estaba tranquilo: sabía que podía ser árabe sin camellos. Creo que los argentinos podemos parecernos a Mahoma, podemos creer en la posibilidad de ser argentinos sin abundar en color local.

El mexicano Alfonso Reyes responde a la acusación de ser un escritor desvinculado de la realidad de su país  con la genialidad  (según él) que dice Borges sobre la ausencia de camellos en Alcorán o  El  Corán.

Si Gibbon, Borges y Reyes hubieran leído El Corán sabrían lo en estos sudras o azoras (capítulos) y aleyas (versículos) está escrito:

·      Y de los camellos dos hembras, y de las vacas dos. (6:145)

·       En verdad, a los que desmienten nuestras aleyas y se ensoberbecen, no se les abrirán las puertas del cielo y no entrarán en el alchenna [paraíso], hasta que no se pase el camello por el ojo de la aguja. (7:38)

·       He aquí que os llegó una prueba de vuestro Señor, esta camella de Alá [será] para vosotros signo. (7:71)

·       Y desjarretaron a la camella, y se apartaron del mandato de tu Señor. (7:75)

·       Cuando vosotros estabais en la parte más próxima y ellos en la más lejana, y los camellos más bajos que vosotros. (8:43)

·       Esta camella de Alá será para vosotros una señal; dejadla, pues, que coma en la tierra de Alá y no la maltratéis. (11:67)

·       Y guardaremos a nuestro hermano, y aumentaremos la medida de una carga de camello. (12:65)

·       Echamos de menos la copa del rey, y a quien la traiga [daremos] la carga de un camello. (12:72)

·       Y trajimos a Tsamud la camella, visible, y la maltrataron. (17:61)

·       Vengan a ti los hombres a pie, o sobre todo camello estirado. (22:28)

·       Y los pingües camellos los pusimos para vosotros, de los ritos de Alá. (22:37)

·       Esta camella beberá, y vosotros beberéis, un día sabido. (26:155)

·       Nosotros somos enviadores de la camella, prueba para ellos. (54:27)

·       Y llamaron a amigo de ellos, y sacó y cortó las ancas de la camella. (54:29)

·       No corristeis sobre ello con corceles o camellos. [59:6]

·       Como si fueren camellos pelirrojos (o pardos, según distintas traducciones. (77:33)

·       Y cuando las uscharas (camellas con edad para cargar bultos) queden abandonadas. (81:4)

·       ¿Es que no miran al camello, cómo fue creado? ¿Y al cielo, cómo fue elevado? (88:17)

·       Y les dijo el enviado de Alá: Camella de Alá, ¡abrevadla! Pero lo desmintieron y la desjarretaron, y los aniquiló su Señor en sus pecados. (91:13)

Alfonso Reyes, que no leyó El Corán, cita a Borges, que no leyó El Corán y Borges cita a Gibbon, que no leyó El Corán.

Una cadena de hombres respetados por sus conocimientos repiten una falsedad y lo falso se transforma en verdad.

En La interpretación de los sueños, interpretando el sueño de un adolescente de catorce años, Freud dice:

El material ha sido proporcionado por una reminiscencia  de la mitología. La hoz es el arma con que Zeus castró a su padre, y la guadaña y la imagen del segador, describen a Crono, el violento anciano que devora a sus hijos, y del que Zeus toma una venganza tan poco infantil.

Zeus nunca castró a su padre Crono. Lo envió al Tártaro.

Fue Crono el que castró a su padre Urano, por pedido de Gea, su madre, que le entregó la hoz para realizar el acto mientras el dios dormía.

En esto coinciden las mitologías de Herodoto, Hesíodo, Apolodoro, Moreau de Jones, y todos los mitógrafos posteriores.

A la curiosidad de tan sugestiva interpretación de un sueño, empleando en forma tan equivocada un mito (y la bestial confusión de Zeus como el castrador, en vez de Crono) se suma el que a Freud se le escape que, en el mito olímpico de la castración, el castrado es el padre y no el hijo. Y que el miedo a la castración es de Crono, el padre. Es el padre el que odia a los hijos y es el que los mata por temor a que ellos lo castren. Como él castró a su padre.

Freud buscando en los mitos las pruebas que convaliden el complejo de Edipo parece una contradicción ya que en todos los mitos antiguos, el castrado siempre es el padre, no el hijo. Lo que contradice el miedo a la castración de los hijos, un punto esencial de su teoría.

En resumen, Freud, como es evidente en los múltiples errores que comete sobre mitología en Tótem y tabú carece de los conocimientos básicos sobre mitología. Pero habla de mitología.

Lo grave no es la ignorancia de Freud o la de Borges. Lo grave es la incapacidad de pensar en lo que otro afirma, se llame Borges, Freud o Gibbon.

Nada más grave que endiosar a un hombre. Nada más grave que aceptar la palabra de los dioses-hombres como verdades irrefutables.

Y en todo esto, hay una sola verdad irrefutable: de un asno siempre nace otro asno