El 11 de septiembre de 1599, sobre una tarima levantada en el Puente de San Ángel, en Roma, se encuentran Beatrice Cenci; Lucrezia, su madrastra, y Giácomo, uno de los dos hermanos de Beatrice. El otro, Bernardo, tiene doce años y es obligado a subir primero al cadalso para presenciar lo que sucederá con su familia.

Giácomo Cenci es torturado con tenazas al rojo vivo; luego, golpeado con un garrote en la cabeza hasta que se le rompe. Lo descuartizan y cuelgan sus pedazos en picas.

Lucrezia es puesta de rodillas y le cortan la cabeza con un hacha.

Beatrice, que tiene veintidós años, es decapitada. Su cabeza rueda hasta caer de la tarima.

Bernardo es condenado a cadena perpetua.

El tribunal de justicia decidió las ejecuciones después de encontrarlos culpables del asesinato de Francesco Cenci, padre de Beatrice y esposo, en segundas nupcias, de Lucrezia.

Francesco Cenci era un aristócrata muy rico.  En su segundo matrimonio, se casó con una muchacha muy joven, Lucrezia Patrone. Con ella tuvo un hijo, Bernardo. De su primer matrimonio eran  Giácomo, el mayor, y Beatrice. Todos ellos vivían en un palacio, en Roma.

Francesco tenía una vida muy particular: se emborrachaba, organizaba orgías y, a diario, golpeaba a su mujer y a sus hijos.

A su hija Beatrice la violó, siendo una adolescente de dieciséis años.

Cuando se emborrachaba, forzaba a su hija a tener relaciones sexuales con él. Beatrice solía resistirse, entonces, la golpeaba hasta lograr vencer sus resistencias y conseguir abusar de ella.

Beatrice decidió terminar con lo que su padre hacía. Habló con Lucrezia y con sus hermanos. Se pusieron de acuerdo en lo que iban a realizar.

Beatrice tenía un amante. Era uno de los sirvientes de la casa. Su amante estaba de acuerdo con el plan. Un segundo sirviente se les unió. Todos decidieron matar a Francesco Cenci.

Los sirvientes le sirvieron comida y vino envenenados. No surtió efecto. Ante el fracso del veneno, Beatrice y Lucrezia actuaron sin vacilaciones.

Lucrezia golpeó con un martillo la cabeza de Francesco. La sangre brotó. Francesco cayó al suelo. Lucrezia siguió golpeándolo. Beatrice buscó un largo y grueso clavo. Lo apoyó sobre la cabeza de Francesco. Lucrezia dio el golpe. El clavo perforó el cerebro.

Quitaronn el clavo y arrastraronn el cuerpo hasta uno de los balcones. Lo tiraron desde la altura y cayó a un patio interior.

Días después, la policía del Papa Clemente VIII inició una investigación. El amante de Beatrice fue detenido y murió a causa de las torturas. No dijo nada. Amigos de la familia, para evitar que el otro sirviente pueda confesar, lo asesinan.

Giácomo fue torturado con tenazas calientes que le arrancaronn pedazos de carne. No confesó.

De todas maneras, el tribunal dictaminó la condena a muerte para Beatrice, Lucrezia y Giácomo, y la cadena perpetua para el menor.

El juicio conmovió a la gente. Francesco Cenci era muy conocido y, también, sus hábitos inmorales. Puede decirse que no hay persona que no entienda lo que Beatrice hizo.

El pueblo la respalda y estaba convencido de que la acción de asesinar al padre fue justa. Francesco era un canalla. Todos esperaban que el Papa Clemente VIII la abssolviera. La ejecución se prorrogó todo lo que fue posible, a la espera de la absolución.

Clemente VIII era el Papa que hizo ejecutar a Giordano Bruno por herejía. No era alguien piadoso. Además, si toda la familia Cenci moría, la enorme cantidad de bienes pasaba a manos del Papa.

Clemente VIII dejó que la sentencia se cumpliera.

Alessandro Mastro Bracca y Peppe Mastro eran los dos verdugos que se encargaron de matar a Beatrice, Lucrezia y Giacomo.

El verdugo Alessandro murió quince días después, sufriendo de alta fiebre, retorciéndose de dolor y pidiendo perdón por haber decapitado a Beatrice. Un mes más tarde, el verdugo Peppe fue asesinado a puñaladas.

Los cadáveres de Beatrice y Lucrezia fueron seguidos hasta su destino final por una gran cantidad de personas silenciosas.

Beatrice fue considerada un símbolo de la lucha contra el poder y los abusos de la aristocracia.

Se transformó en creencia popular que el fantasma decapitado de Beatrice y llevando la cabeza en la mano, se paseaba por el sitio de la ejecución al cumplirse la fecha de su muerte.

Clemente VIII se quedó con todos los bienes de los Cenci.

Imágenes en orden descendente: Beatrice Cenci en la cárcel por Achille Leonardi – Beatrice Cenci por Gino Reni (atribuido) o Ginevra Cantofoli – Beatrice Cenci por Harriet Goodhue Hosmer.